El matrimonio de Carlos y Andrea en Puerto Montt, Llanquihue

Al salir de la casa aún sobraba tiempo, por lo que recorrimos el centro de Puerto Montt. Gritos (de todo tipo) y buenos deseos caían como los pétalos de rosas.

Al llegar estaban todos esperando, con el estómago full apretado esperaba que todo saliera bien, entrando del brazo de mi padre lo veo a él, sólo a él porque no recuerdo las miradas (muy nerviosa) con esa carita de emoción que no supe descifrar bien lo que sentía. Nos tomamos de la mano y me tranquilicé. Nuestro bebé nos ve y se pone a llorar (fueron 6 horas sin vernos), prácticamente la ceremonia fue una lucha constante entre el Padre y él por quién hablaba/lloraba más fuerte, fue incómodo, pero que más se le puede pedir a un bebé.

En el paseo de los novios al fin nos relajamos, el fotógrafo nos llevó por el camino que une Puerto Montt con Puerto Varas, hasta llegar fuera de unos establos donde mi madre compra leña, muy rústico y cerrado. Locamente entramos saltando rejas y arriesgando lo peor.

La tarde era espectacular, un bello atardecer nos acompañaba. Llegó el propietario al cual nos sumimos en disculpas, pero él feliz accedió a que entráramos a su sitio e incluso ofrecía más ideas, ¡fue excelente!

Al llegar a la recepción, estaban todos, creo que fue el momento más lindo, ver a todos nuestros seres queridos ahí, brindando junto a nosotros. La fiesta fue excelente, habían más adulto-jóvenes que adultos así que imaginarán lo prendido que fue, tanto así que a la hora de término no se querían ir (típico).

Ambos lo pasamos increíble, estaban reunidos nuestros familiares, los que viajaron de lejos y en especial los amigos que saben todo de como nos conocimos desde hace 12 años. Todos reunidos, recordando con canciones esos buenos momentos, ¡fue maravilloso!

Olvidamos los percances, inconvenientes y todo aquello que se presentó días previos y lo mejor que el Sur, donde llueve tanto, nos regaló un soleado día para afirmar el dicho que "después de la tormenta sale el sol".