El matrimonio de Claudio y Nicole en Puerto Montt, Llanquihue
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C&N
12 Mar, 2015La crónica de nuestro matrimonio
Puedo decir a ciencia cierta que nuestro matrimonio fue divertido en todos los sentidos. El día antes del matrimonio, llegó mi suegra con mis tres cuñados a la casa. Ellos sabían que teníamos un departamento algo pequeño, puesto que nosotros solo somos dos y nuestro gato. Como no conocían la ciudad, los fui a buscar al terminal y, como siempre, llegué tarde.
Nos saludamos y emprendimos rumbo a la casita. Al llegar, iban todos ya cansados con las maletas y yo les decía: «Ya vamos a llegar y en cuanto lo hagamos podrán relajarse un rato». Finamlente, llegamos, ¡pero había perdido mis llaves! ¡Gran error! Tuve que llamar a Claudio para que nos las trajera y recién ahí pudimos entrar. Dejaron el equipaje y vieron que el departamento era realmente para poquitas personas, por lo que, después del almuerzo, bajamos con mi suegra a comprar un colchón inflable para que pudieran acomodarse en el living.
Recorrimos las tiendas y, para nuestra suerte, encontramos uno y estaba en oferta. Fuimos a buscar a la salida del trabajo a Claudio y les pedi a todos que me acompañaran a buscar el vestido para el matrimonio, ya que estaba cerquita y ya no quedaba nada, puesto que nos casábamos al día siguiente.
Seguir leyendo »Llegué donde se hallaba la modista a buscar el vestido y me dijo: «A ver, mi niña, pruébatelo para que tome bien las medidas y te lo pueda entregar mañana por la tarde». Y yo, con una cara de pánico tremenda, le dije: «Pero si me caso mañana a las 11:00 h de la mañana». ¡Ahí fue la carrera! No era un arreglo cualquiera en el que tuviéramos que tomar unos centímetros para que la novia entrara, ¡no! Estaba embarazada de siete meses y era una modificación completa la que había que hacerle al vesitdo.
Llegué a la modista a eso de las 6:30 h y nos fuimos a dormir a las 9:00 h. Llegamos a la casa cansados y con puras ganas de dormir. Tomamos té y ahora debíamos pensar cómo turnarnos para la ducha, ¡puesto que tan solo había una para los seis!
Bueno, el cansancio por parte de nosotros, los novios, era tanto que decidimos ducharnos en la mañana. El novio tuvo la buena idea de poner la alarma a las 7:00 h de la mañana para que lo hiciéramos todo con tiempo. Pero lo malo es que él tiene el sueño un poco profundo. La alarma sonaba y sonaba y ya me tenía verde, así que tomé el celular y lo apagué. Me levanté y desperté a todos y empezamos a arreglarnos y, finalmente, ¡alcanzamos!
Llegamos al civil y nos hicieron pasar. Corroboramos los datos y nos preguntaron por los testigos. Los testigos. Miramos hacia todos los lados, estaban todos, pero los testigos aún no habían llegado. Empezamos a llamar hasta que llegaron, ¡como con media hora de atraso!
Pasamos a la sala de ceremonia. Me aguanté el llanto para que no se me corriera el maquillaje —siempre digna, chicas, siempre digna—, y Claudio, pues bueno, lloró. Salimos, nos tomamos las fotos y quedamos en ir a dar un paseo a Puerto Varas, ya que mis suegros no lo conocían y los tíos, tampoco. Íbamos camino a Puerto Varas cuando mi esposo me pregunta: «¿Y mi papá?». ¡Habíamos perdido al suegro! Cuando nos ubicamos, estaba en el centro de Puerto Montt mirando en la costanera. Nos paramos, se tomaron fotos y entonces sí nos fuimos en caravana de paseo.
Recorrimos un poco y ya era hora del almuerzo. Como no eran de la zona, nos fuimos a Angelmó a comer. Pasamos a un local e hicimos el pedido. La gente del local nos felicitó por el matrimonio y nosotros nos sentimos halagados. Nos comimos unos curantos. ¡Muy buenos! Y como siempre, yo tenía que salir con mi gracia: ¡me boté la mitad de la coca-cola en el vestido. Y ahora, había que pagar. Por suerte, mis papis nos invitaron a todos. ¡Los amo!
Aún quedaba harto para la recepción que teníamos, así que todos se fueron a la casa de nuestros testigos y pasaron lo que nos quedaba de tarde allí, mientras mi mami me lavaba el vestido en la casa. Me puse unos jeans y una polera y nos fuimos a nuestro departamento a buscar los recuerdos. Luego, debíamos ir por la torta.
Llegamos justo a las siete a buscarla y estaba muy pesada, me senté con cuidado en el auto y corrí el asiento para atrás. Íbamos en la esquina, donde la fuimos a buscar, cantando y riéndonos mi marido y yo. Cuando íbamos a virar, se nos atravesó un auto y le grité a mi marido —porque él no lo había visto—: «¡Frena!». Le mandó un frenazo. La torta saltó y no sé cómo, pero la agarré y se me fue contra la ropa. Quedó un poco corrida la crema, pero nada que fuera tan notorio. Quedamos con los pelos de punta. Nos fuimos con cuidadito para evitar cualquier cosa y para pasar el susto. ¡En el centro había un taco horrible!
Estuvimos harto rato parados y en un semáforo nos tocaba pasar y se nos apagó el motor y no quería prender. Hasta que prendió y mi marido aceleró y, ¡paf! La torta se me vino encima de nuevo. Lo miré con una cara de odio y él solo sonreía. Finalmente, llegamos al local con la torta y casi se nos cae en la entrada.
Dejamos nuestras cosas y, como era temprano y el local estaba frente a la playa, nos fuimos a dar una vuelta. Jugamos un rato, tomamos fotos y por fin comenzaron a llegar los invitados. Nuevamente, me puse el vestido y comenzamos a recepcionarlos, compartimos un cóctel, en el que hablaron todos, menos yo. Soy bastante conversadora, pero no sabía qué decir. La cena y lo que le siguió fue muy ameno y, como éramos poquitas personas, pudimos compartir con todos.
No sé si fue por el hecho de ser un día entre semana, pero a todos nos atacó el sueño muy tempraño y nosotros, como novios, arrancamos hacia la 1:30 h —si es que no fue antes—.
En resumen, la pasamos todos muy bien, nos reímos y casi llegamos con la torta en el piso del auto, de la voz de la señora del civil, de los que anduvieron perdidos, de las tallas durante la cena, del gato que estaba listo para ir con nosotros, pero se quedó por mañoso. ¡Fue un gran día, en el que disfrutamos al máximo!
P.D: ya llegarás luna de miel...pero seremos tres...mi marido, yo & la bebé (:
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