El matrimonio de luis y rosario en Punta Arenas, Magallanes

Después llegó el momento de partir a la iglesia, al bajar al lobby del hotel las personas que estaban ahí solo me miraban y sonreían, realmente un momento único, mi mamá temblaba de lo nerviosa que estaba y yo como si nada. Solo disfrutando.

Llegó el momento en que una se pone más nerviosa cuando lo pensaba ¡La entrada a la iglesia! Tomada de la mano de mi madre quien nunca me soltó y me dio la confianza y trasmitió su felicidad por mí, entre con una gran sonrisa, dando paso seguro al camino que me esperaba al lado de mi marido quien me esperaba al lado de sus padres, sin duda otro momento único para recordar ver a nuestros padres tan felices, a nuestros hermanos apoyándonos y viviendo con nosotros algo que esperamos y soñamos por los 12 años que recorrimos antes del ¡sí quiero!

En la fiesta, ¡uf! Lleno de emoción, con el animador habíamos planificado que un invitado por mesa nos entregara algunas palabras para recordar y así fue, pero no esperábamos que en la mesa de mis hermanas una de ella entregaría tan lindas palabras y luego para el cierre mi cuñada nos regalaba la leyenda del hilo rojo, que sin duda fue el discurso de la noche y que dio pie para entender nuestra unión y porque dios y el universo nos unió para toda la vida, por ese hilo rojo... Después comenzó la fiesta y desde que empezó no pare de bailar por ni un minuto, baile con todos los invitados y hasta sola. Pasaron detalles dentro de la fiesta, pero que no cambiaron el eje de la diversión ni mucho menos el motivo de celebración, ¡sino más bien quedaron como anécdotas divertidas!

Un matrimonio con detalles en mi ramo, zapatos, la iglesia, recepción, cena y fiesta en tonos dorado, color que representa la abundancia (cosa que supimos después) pero que no es un mal augurio (para aquellos que creen).

Cuando alguien me dijo que sería el día más especial, ¡claro que estaba en razón! Fue un día maravilloso, que siempre uno queda con gusto a poco y salen esas ganas de celebrar como los gitanos. Durante varios días.

Fueron 12 años pensando cómo sería el día de y cuando pasó si bien los detalles y la planificación eran como lo pensábamos, el sentimiento, la emoción y el vivirlo fue distinto y mucho mejor de lo que esperaba ¡Como dice la frase cliché: fui la mujer más feliz del mundo!