El matrimonio de Michael y Carolina en Viña del Mar, Valparaíso

La crónica de nuestro matrimonio

Mucho tiempo sin pasar por aquí. Y es que previo al matrimonio tanto civil como religioso fue para mí muy doloroso. Para quienes me leyeron en su oportunidad, siempre manifesté mi preocupación por varias cosas: la pena que me daba irme de casa, dejar a mi perrita que ya estaba viejita y el amor profundo que siento por ella. También mi preocupación por dar por hecho que no iba a contener mis lágrimas entrando a la Iglesia con mi papá. No hice más que irme de mi casa y mi perrita empeoró, de manera muy sabia ella esperó que me fuera para ella partir también, por lo que 2 días antes del civil tuve que hacerla dormir. El dolor que eso me generó fue inmenso, inconmensurable, se había hecho realidad mi mayor temor, pero debía estar bien, por mí, por el momento tan maravilloso que estaba por vivir.

Para el matrimonio por la iglesia, estuve muy estresada, pero tranquila a la vez, una sensación extraña. No estuvo exento de "problemillas", uno de ellos fue que no me plancharon el vestido, así que llamé a la dueña y llegaron en 20 minutos a mi casa a plancharlo, mientras yo me maquillaba. Todo bien, después y tuve que enfrentar otro temor más... ¡Llorar entrando con mi padre (que me sigue llenando de orgullo) y me pasó que jamás lloré! ¡Ni escuche el Ave María! ¡Entré y miraba a los invitados y me puse a saludarlos, tirarles besos, entré riendo! Disfruté cada segundo de mi ingreso hasta llegar a mi novio. ¡Quedé plop! Michael estaba emocionado, aguantándose las lágrimas y yo estaba tan tranquila...