El matrimonio de Pablo y María Jesús en Curicó, Curicó
Elegantes Verano Blanco 4 profesionales
P&M
16 Ene, 2016La crónica de nuestro matrimonio
Mi “gran día” comenzó hace aproximadamente un año cuando con Pablo (mi negro) decidimos casarnos después de ocho años y medio de pololeo. Como ya habíamos pospuesto una vez la fecha, teníamos una lista de invitados realizada previamente, así que ya teníamos más o menos una idea de cuántos invitados tendríamos. Para comenzar con la organización decidimos la fecha en que queríamos casarnos, tenía que ser una fecha que no interfiriera con nuestro trabajo y en la que se pudiera hacer un cóctel al aire libre (siempre quise una fiesta con cóctel alrededor de una piscina y cena dentro de un local). Finalmente nos decidimos por la época de verano (mi favorita) y luego una fecha: 16 de enero. Así fue como comenzamos a pedir presupuestos, a visitar locales y a barajar alternativas: arrendar un lugar y la banquetería aparte, pagar con todo incluido, etc. Finalmente nos decidimos por un lugar que nos entregaba todos los servicios de comida, DJ, iluminación y coordinadora, además teníamos que decidir y pagar el menú una semana antes del “evento”, así que nos gustó tener la posibilidad de hacer cambios según la cantidad de invitados y lo que nos permitiera el bolsillo. Así fue como en febrero del 2015 ya teníamos prácticamente un tercio de nuestro matrimonio listo.
Seguir leyendo »Durante el año fuimos organizando mes a mes diferentes cosas y extrayendo ideas de diferentes páginas de Internet hasta que di con matrimonios.cl, definitivamente la página cambió la organización de mi matrimonio: acá encontré ideas, intercambio de opiniones y apoyo cuando sentía que nadie me entendía (nadie entiende mejor a una novia que otra novia). De la página extraje tres ideas que dieron un sello a nuestra celebración: la cabina fotográfica, hawaianas y los kit anti caña, estos últimos debo reconocer que no los conocía.
En Junio ya pudimos comprar mi vestido en Macarena Palma, digo pudimos porque fue un regalo de mi abuela que me acompañó en todo momento y nos apoyó hasta el final. De esta forma cada ida a Santiago se convirtió en un viaje agotador porque con mi tía-madrina de bautizo aprovechamos de comprar en Meiggs, Rosas y hasta Patronato. Realmente era agotador, pero también era genial llegar a la casa y mostrar las cositas que habíamos adquirido (hawaianas, dijes, accesorios para los canastos del baño, accesorios de novia, etc).
Los meses fueron pasando entre organización y organización. Reconozco que fui una novia “indecisa” porque a cada rato cambiaba de opinión: primero quería utilizar los colores blanco, rojo y negro, luego damasco y finalmente me decidí por blanco, plateado y coral; también cambié como 10 veces el ramo de novia, las flores, el diseño de la torta y hasta el menú. Lo divertido es que generalmente me quedaba con la primera elección que había hecho.
Así fueron pasando los días y llegó la época de Navidad. No lo podía creer. Si llegaba Navidad significaba que quedaba menos de un mes para el matrimonio, menos de un mes para ser señora, menos de un mes para terminar de confirmar a los invitados y menos de un mes para tener todo ok.
Finalmente llegó mi despedida de soltera y la última semana antes de. Yo siempre dije que no estaba preocupada porque la última semana sería tranquila, total tenía todo listo y sólo faltaba arreglar un par de detallitos. Gran error. Fue una semana agotadora. Recuerdo que el día lunes, martes y miércoles sólo paré para almorzar y en la noche comer. Fue agotador, era andar por todos lados comprando los últimos detalles: un bolso de regalo, una cinta, se me acabó esto, se me olvidó esto otro, sólo pensaba “si estoy full esta semana y tenía todo listo entonces no me quiero imaginar cómo estará una novia menos organizada que yo”. El día jueves yo tomaba helado y veía películas en mi casa, y el viernes no tuve tiempo de estar nerviosa, estaba loca terminando el kit anti caña, después yendo a dejar el bar abierto al centro de eventos y finalmente yendo a la peluquería para preparar mi cabello y uñas.
El día sábado no podía creer lo tranquila que estaba, yo pensaba que a esas alturas iba a estar casi histérica hablando hasta por los codos, corriendo por todos lados y ordenando cosas para la tarde, pero la verdad es que seguía igual de relajada, demasiado relajada diría yo. Si no fuera porque una de mis mejores amigas viajó más temprano y llegó a almorzar conmigo, creo que hasta las argollas se nos habrían quedado: ella me hizo la maleta con ropa de cambio, llevó las argollas, los pétalos para la iglesia, chalas de cambio, cartera de novia, joyero y todas esas cosas que una necesita o puede necesitar. Ella sabía lo que era todo porque se había casado hacía una semana y media.
Llegué donde mi abuela poco antes de las 17:00, que era la hora en que me tenía que reunir con la peluquera, y comenzó todo el proceso de preparación, aún tenía tres horas por delante, harto tiempo según yo. Estaba en un estado muy relajado, ahora me doy cuenta que los nervios me tenían así, súper tranquila, demasiado creo yo. Me peinaron y luego peinaron a mi prima, mi abuela y mi amiga (eran peinados simples) quedando mi maquillaje al final porque yo decía que aun quedaba tiempo. Recién a las 19:30 me empecé a maquillar. Yo dije que iba a ser puntual porque después había otro matrimonio, pero estaba tan relajada que no me di cuenta de cómo pasaba la hora, y como me habían quitado el celular no podía ver si el novio me escribía. Cuando estuve lista me tuve que sacar las fotos de rigor en la casa, pero la iglesia estaba cerca así que nos demorábamos menos de 5 minutos en llegar.
Finalmente llegué a la iglesia a las 20:30 y desde ese momento el tiempo voló. El primo del novio manejaba el auto y me dejó justo en la puerta de la iglesia, desde el auto veía a todos dentro y por supuesto ellos me veían a mí. No tuve mucho tiempo de arreglarme, la gente miraba y tenía que entrar, en ese momento no servían los ensayos y los nervios empezaron a salir. Ahí se me olvidó todo: no había miedo a caerse, no recordé tener cuidado con una rejilla del suelo y tomé a mi hijo como salió, es decir, de la mano. Cuando vi a la gente mirando hacia fuera lo primero que pensé fue “wuau, es harta gente” y luego intenté caminar lo más tranquila posible, estaba el impulso de correr hacia adelante, pero sabía que tenía que controlarme. Mi cara parecía que tenía vida propia, tenía la boca seca y no podía parar de reír, no había frío ni calor, sólo estaban los nervios de estar entrando con toda la gente mirando y teniendo a mi novio adelante todo elegante y esperándome.
La ceremonia fue muy bonita, el sacerdote que nos casó nos conocía de años, por lo que fue una ceremonia cercana y amena. No me di cuenta como pasó el tiempo y los chascarros no faltaron: la voz casi no me salía, al novio le costó pronunciar una palabra, las argollas llegaron atrasadas y ambos preguntamos por los anillos cuando el sacerdote nos dijo que ya estábamos casados, “ahora vienen” nos dijo él.
Salir de la iglesia fue bastante más tranquilo que entrar a ella, ahora no me sentía tan sola y la gente no tenía tanta expectativa por “ver a la novia”, creo que fue desde un poco antes que me dediqué sólo a disfrutar el momento, total “sólo se vive una vez”.
En el centro de eventos resultó todo perfecto, todo resultó maravilloso. El cóctel estuvo rico y contundente, el vals nos resultó bastante bien, la cena estuvo exquisita, los postres más ricos todavía y la fiesta espectacular. Estuvimos rodeados de nuestras familias y amigos más cercanos (en total 140 personas) y me atrevería a decir que todos lo pasaron súper bien. Nuestros tíos bailaron hasta agotarse (pedimos al DJ música para todas las edades) y los más jóvenes tuvieron la posibilidad de bailar de todo: desde cumbia a reggaeton. La cabina fotográfica fue un éxito, las hawainas las invitadas las amaron, bailaron un montón con el baile entretenido y los kit anti caña fueron bastante usados.
Puedo decir que el 16 de enero del 2016 viví la noche más feliz de mi vida, fue un día soñado porque mucha gente me ayudó a hacer un sueño realidad, y si tuviera que cambiar algo sólo sería no haber tenido el estómago tan cerrado por los nervios, pero creo que el resultado final es: Feliz. Y puedo decir que “lo comido, tomado y bailado no me lo quita nadie”.
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