El matrimonio de Rodrigo y Paola en Puerto Montt, Llanquihue
Rústicos Verano Blanco 5 profesionales
R&P
09 Feb, 2019La crónica de nuestro matrimonio
Estimados amigos de Matrimonios.cl: a los webmaster, visitantes de la página, trabajadores del portal, otros novios y otras novias...
Pensé muchas veces en que mi matrimonio debía ser el reflejo de nuestras más puras esencias, y que nada lo volvería más especial que la sonrisa, las lágrimas y las reacciones de mi novio y la mía, como frutos de nuestra máxima felicidad y amor. Así es que entre él y yo nos pusimos "manos a la obra".
En matrimonios.cl encontramos un fundo muy bonito, que nos ayudó a decidir que lo que buscábamos era un lugar al aire libre, pero como no llegamos a acuerdo con el proveedor, nos inspiramos en fotos de matrimonios al aire libre con una mezcla de cowboys y onda vintage y decidimos unirnos en un lugar hermoso que se llama Quincho Mirador en la Carretera Austral.
Y así fue como decidimos cada una de las cosas, como, por ejemplo, que compraríamos unas luces muy finas para adornar el techo, y que en el techo también irían arreglos florales. Que la ceremonia sería en medio de dos árboles completamente naturales, que sirvieron como arcos, y que esta plataforma digital era una excelente aliada para encontrar las argollas, el fotógrafo, la torta de novios, un número artístico y el vestido de novia.
Seguir leyendo »El gran día.
El sábado 9 de febrero los cielos de Puerto Montt amanecieron nublados y con una lluvia amenazante, pero a pesar de que el clima se mostraba pavoroso y hostil, el corazón de la novia solo pensaba en que en unas horas la bendición de Dios se oficializaría a través de un acto de fe. Para el novio, la situación fue un poco distinta. Él estaba encargado de llevar licores al lugar del evento y de afinar algunos últimos detalles, que lo llevaron a viajar dos veces desde Pto. Varas (casa del novio) al kilómetro 19 de carretera Austral.
Los nervios fueron incrementándose a medida que la hora avanzaba, pero nunca se desbordaron. Viví cada uno de los minutos como una película. A las 12 llegó el peluquero a quién le pedí un look bastante latino; a las 14 horas llegó la maquilladora y a la misma hora el encargado de la producción audiovisual, quien decidió hacerme una larga y emocionante entrevista.
La hora avanzaba y dieron las 16.30 cuando comencé a colocarme el vestido en compañía de mi madre y hermana. La ceremonia estaba fijada para las 17 horas, pero decidimos aplazarla media hora, para darle 30 oportunidades más al sol. Y el sol respondió.
A las 17 horas, cuando me subí al Mercedes de época y descapotable, en compañía de mi padre, un rayo de sol, amarillo y resplandeciendo iluminó nuestros rostros y una suave y cálida brisa puertomontina (de aquellas que pocas veces se sienten) llegaron para recordarnos que eso sí era la realidad, y que la lluvia no fue más que un susto que apaciguó a dos kilómetros de ripio previos a la entrada del quincho.
La llegada fue espectacular. Unos caminos de pétalos nos esperaban, y de fondo la melodía en piano de "She" de Elvis Costello avisaba al novio y a los invitados que la ceremonia comenzaba.
La ceremonia.
Nos casamos por la Iglesia Bautista. El pastor, muy cercano a mi novio, se ganó poco a poco mi confianza, cariño y respeto, por lo que hasta la preparación fue hermosa. En la preparación entendimos que el matrimonio era un acto de profundo amor y que no podía sostenerse si no incluíamos a Dios.
La ceremonia emocionó a todos. Muchas lágrimas por el anhelo del verdadero amor se vertieron ese día, y las palabras de mi novio fueron como girasoles en medio de la pradera. Dos velas se encendieron. Cada una representaba a las familias (la de Rodri y la mía), y en un abrir y cerrar de ojos reflexioné sobre todo lo aprendido en el hogar de mis padres, lo bueno y lo malo, lo lindo de la familia y lo adverso. Entonces nos miramos y de esas dos velas encendimos un gran cirio, que representaba el fuego de nuestra unión.
La sobrina de Rodri, nuestra querida Antito, entregó las argollas y nos la pusimos haciéndonos un juramento eterno de amor. La emoción nos invadía y las lágrimas de felicidad se apoderaron de muchos momentos. Y al ritmo de André Rieu nos dimos el beso que selló el pacto y caminamos de vuelta por el camino de flores que parecía brillar y salir del suelo.
Decidimos abrazar a nuestra gente y a nuestras familias, y decidimos reír y comernos algunas lágrimas, en medio de besos y ¡vivan los novios!, cuando de pronto las canciones "Llegaste" de Roberto Carlos y Jennifer López y "El uno para el otro" de Tercer Cielo se hicieron sonar por los parlantes del lugar.
La fiesta.
Unos metros más allá, el coctel comenzó a servirse en un césped y un paisaje pintados por la mano de Dios, mientras Rodri y yo fuimos al tradicional paseo de novios. De lejos, escuchábamos los tambores y el jolgorio de "Sendero Sonoro", mientras el clima, el fotógrafo y el servicio del auto nos brindaban un paseo soñado. De este momento, sacamos las imágenes más hermosas que puedan tener un par de enamorados.
A la vuelta del paseo, los chiquillos del Sendero nos esperaban... y al ritmo de la cumbia y los sonidos afrocolombianos, brindamos un coctel inolvidable para nuestros invitados, quienes se desataron al son de la "Pollera colorá" y no podían creer que estuvieran bailando desde las 18.30 horas.
De ahí en adelante todo fue de sueños... La gente murmuraba que pocas veces habían visto un par de novios tan enamorados y tan felices y despreocupados en su matrimonio, y que eso hacía de esta unión un matrimonio inolvidable.
En el postre, tuvimos una pareja que bailó tango. De ese tango apasionado que solo sabe hablar de amor, apego y deseo. La cabina fotográfica también hizo de las suyas y causó sensación entre los invitados. Y para finalizar, el vals, que rompió toda regla con un profundo abrazo entre la novia y su padre. Mi papito querido, a quién tanto admiro... con él bailé el vals más emocionante y entregado de la noche.
Pasadas las cero horas, un charro nos recordó a mi Rodri y a mí que teníamos pasiones difíciles de esconder y que nuestras complicidades eran muchas más que nuestras diferencias. Este hombre, Rodrigo, hoy es el dueño de mi corazón, mi complemento, mi otra mitad y hace que cada instante de mi vida tenga un aliño especial.
¡Gracias a la plataforma! y gracias a quien se dio el tiempo de leer este mamotreto.
Saludos, ¡y que viva el amor!
Pao.
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